Remoja las lentejas en abundante agua durante 8–12 h. Esto las hidrata y ayuda a reducir antinutrientes.
Escúrrelas muy bien.
En una olla o sartén coloca el agua, el azúcar, las lentejas y la pizca de sal.
Cocina a fuego medio-alto.
Primero, el azúcar se disolverá y la mezcla comenzará a hervir.
Cuando el agua empiece a evaporarse, remueve continuamente para evitar que se pegue.
Cuando la mezcla se vuelva blanca y granulada, agrega canela, vainilla o cacao si quieres sabor extra.
Sigue removiendo: el azúcar volverá a derretirse ligeramente y caramelizará alrededor de las lentejas.
Continúa removiendo hasta que vuelvan a quedar blancas y granuladas, pero pegadas a las lentejas.
Unos minutos más y el azúcar se caramelizará nuevamente, logrando el típico tono dorado brillante del garrapiñado.
Retira del fuego y extiende sobre papel de horno. Sepáralas mientras están tibias para que no queden pegotes.
Cuando enfríen estarán crujientes y listas para comer. Guárdalas en un frasco para mantener la textura, donde se pueden conservar durante 2 a 3 semanas sin problema (si no te las comes antes).